El plástico NO nos protege más del COVID-19

Plas!
11 min readJul 27, 2020

Consideraciones sobre la pandemia y el incremento de la contaminación plástica

Por: Andrea Duarte C

Image by Wolfgang Stemme from Pixabay

Mucho se ha hablado de la Pandemia del COVID-19, pero el tema parece aún lejos de agotarse y los efectos de la propagación de este virus siguen sorprendiendo y sumándose cada día, lamentablemente. Entre las cosas buenas, sin embargo, vimos como las medidas de cuarentena y aislamiento impuestas por la mayoría de los países a nivel mundial durante abril y mayo, y la consecuente paralización sus economías redujeron las emisiones de gases invernadero y la polución del aire en las capitales y ciudades más densamente pobladas, me empezaron a interesar los efectos ambientales inadvertidos que estaba ocasionando la pandemia. Me preguntaba ¿Será que lo bueno que trae el COVID-19 es la reducción del calentamiento global? ¿Acaso todas estas vidas perdidas valen la pena solo porque dejamos de emitir tanto CO2 a la atmosfera y producir mercancías innecesarias como posesos?

La idea se me hacía macabra y un poco falaz, hasta conspirativa y corporativa. En lo personal, desde que me enteré de que el Sars-COV-2 se estaba esparciendo por el mundo, lo primero que sentí fue un poco de alivio por el planeta tierra, ya que tal vez esta crisis podría ayudar a desacelerar el ritmo tan brutal que el capitalismo ha tomado en las últimas décadas, pero esa es una visión demasiado inocente y llena de pequeñas trampas como la de “necesitamos el plástico para combatirle”.

En la medida que el número de contagios fue incrementando, también el número de elementos necesarios para protegerse del virus: desde aquellos que deben ser incorporados en la vida diaria de toda la población como la icónica mascarilla, hasta caretas y guantes, pasando por los más específicos y necesarios para la práctica médica como las batas anti-fluidos, los gorros quirúrgicos, los respiradores, las escafandras desechables… aún más guantes y aún más mascarillas. Junto a la indumentaria mencionada, se suman los suplementos médicos mandatorios en el tratamiento de la enfermedad: las jeringas, los catéteres, los escalpelos, las bolsas que contienen plasma o soluciones inyectables, los tubillos con que se suministran estos fluidos, los tubos que ayudan a respirar, las coberturas plásticas donde vienen todos y cada uno de los elementos mencionados anteriormente, las bolsas para cadáveres y pare usted de contar.

La numerosa lista de plásticos de un solo uso antes mencionada, tan solo es una pequeña porción de la extensa base de datos de plásticos de este tipo ya presentes en las sociedades contemporáneas y cuyo uso se ha incrementado en la emergencia del COVID-19: las botellas de agua, los contenedores de comida rápida, el pitillo (popote o pajilla), las tapas de bebidas calientes, la popular bolsa y los tenedores, cuchillos y platos desechables.

Aunque no entraré a discutir la evidente necesidad de los plásticos de protección personal mencionados en la primera lista a la luz de la propagación del Sars-CoV-2, mencionaré que la economía de lo descartable impulsada por la pandemia es tan solo el coup de grâce a los oceános de nuestro planeta, que ya de por sí están abarrotados de los 8 millones de toneladas de plástico que arrojamos en sus costas anualmente y que componen el 80% del desecho marino desde aguas superficiales hasta sedimentos de aguas profundas[1]. Los equipos de protección personal (EPP), por muy necesarios que resulten en la lucha contra el COVID-19, son una amenaza en ascenso para la vida marina porque al igual que las bolsas plásticas, las mascarillas y sus cordones, como los guantes y las batas plásticas pueden parecer medusas y otros alimentos atractivos que son ingeridos por distintas especies.

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Pero no son solo las tortuguitas y leones marinos los que terminan ingiriendo sin querer nuestros desechos, con el tiempo estos productos empiezan su lenta descomposición, pues las mismas razones que hacen del plástico tan deseable: su firmeza y durabilidad, también lo hacen casi imposible de degradar completamente en la naturaleza. Se asume que todas las cosas de plástico fabricadas en la historia de la humanidad aún existen en la naturaleza el día de hoy, estas nunca desaparecen y en lugar de ello, se hacen cada vez más pequeñas e imperceptibles, siendo ingeridas por animales de granja y vida marina quienes los confunden por comida, infiltrándose así en nuestros platos como cena. Se ha encontrado microplásticos en la gran mayoría del agua de grifo del mundo[2]. De acuerdo a la Organización de Naciones Unidas, existen 500 veces más partículas de micro plásticos en nuestros océanos que estrellas en nuestra galaxia.

Las Naciones Unidas estima que 8.300.000.000 de toneladas de plástico se han producido desde 1950, con 400 millones de toneladas produciéndose cada año, 99% del plástico que producimos se deriva del petróleo, del carbón y del gas natural, todos materiales no renovables y que hacen del plástico no biodegradables. Solo el 9% de los desechos plásticos jamás producidos ha sido reciclado. Alrededor del 12% ha sido incinerado y el 79% que resta continúa acumulándose en rellenos sanitarios, vertederos y nuestro medio ambiente.

Un año antes de esta crisis desatada por el COVID-19, un estudio publicado en la revista Nature Communication en abril de 2019[3] encontró que la producción de plásticos se ha multiplicado por cuatro en las últimas décadas, al igual que la polución por microplásticos. Irónicamente, este no fue el tema original de esta investigación, confieza su co-autora Clare Ostle, quien admite que el estudio se enfocaba en el plancton marino y fue transformándose a partir de conversaciones con los trabajadores metalúrgicos que se encargaban de lidiar y reparar los equipos de investigación y se quejaban de cómo estos equipos vivían enredándose cada día más con plásticos. El estudio enfatiza en que si la tendencia continúa, en 2050 la fabricación de plástico ocupará un 15% de las emisiones gases invernadero (en la actualidad todas las formas de transporte representan 15% de las emisiones en el mundo).

Mientras la turbación y el recelo al nuevo coronavirus se propagaban, otras industrias explotaban estos miedos en gobernantes y legisladores, quienes desde el inicio de la pandemia han suspendido, postergado y archivado iniciativas que buscaban reducir y eliminar los plásticos de un solo uso. Según Theconversation.com, para finales de junio en Estados Unidos se habían “suspendido temporalmente” casi 50 políticas de reducción de plásticos de un solo uso, principalmente prohibiciones de bolsas plásticas, alrededor de estados como Maine, California y Massachusetts[4]. Podría decirse que estas decisiones están completamente alineadas con la administración de Donald Trump, quien en noviembre de 2019 anunció formalmente a las Naciones Unidas su retiro del Tratado de Paris sobre el cambio climático, medida que transcurrido un año dejará al segundo Estado con mayores emisiones de gas invernadero del planeta fuera de un pacto donde casi 200 países se comprometían a recortar las emisiones para tolerar los impactos del cambio climático, que ya son palpables en [actúen sorprendides] los países más pobres del planeta[5].

La tendencia parece repetirse en Europa, donde en el Reino Unido se suspendió el cargo por bolsa plástica impuesto a los supermercados que regía desde 2015, todo por supuesto, “en nombre de mantener la higiene y la salud pública” y peor aún, el relajamiento de estas medidas que parece repetirse también en Latinoamérica se hace en nombre de reactivar las economía a toda costa y reducir el impacto de la pandemia, algo así como un “ay, pobres empresas, a ver si rebajándoles las restricciones y los impuestos empiezan a producir” . Al interior de la Unión Europea, distintos elementos del pacto Green Deal, cuyo objetivo es lograr un continente neutro climáticamente, con una economía limpia de cero emisiones para 2050, han sufrido retrasos simplemente por considerarse no esenciales y postergables a la luz del nuevo coronavirus; como lo son legislaciones en materia de conservación de la masa forestal, el empoderamiento de los consumidores hacia una economía renovable que privilegie productos sostenibles, así como la implementación de combustibles renovables en los sectores marítimos y de aviación[6], según la publicación Euractiv.

Los cabildeos de la industria del plástico para volver a su era dorada han visto uno de sus mayores descaros con una carta al Departamento de Salud de Estados Unidos datada del 18 de marzo del 2020, donde se pide a dicho ministerio que haga una declaración pública sobre los beneficios de los plásticos de un solo uso, en particular la bolsa plástica, mostrándolos como “la opción más sanitaria en casi todos los escenarios”[7].

Image by Bernhard Falkinger from Pixabay

A pesar de los grandes esfuerzos de la industria plástica por moldear la opinión pública alrededor del manejo de la enfermedad y los plásticos de un solo uso, lo cierto es que no existe una relación directa entre estos últimos y la higiene o salubridad. A menos de que un producto esté explícitamente marcado como estéril, todos tienen un número indeterminado de microbios que puede albergar en su área y el SARS-CoV-2 puede sobrevivir en la mayoría de las superficies, incluido el plástico. De hecho, un estudio reciente concluyó que de todos los materiales analizados, el nuevo coronavirus puede perdurar más tiempo [redoble de tampores] en el plástico (2 a 3 días)[8].

Esto quiere decir que los vasos, botellas, bolsas y mascarillas desechables NO son más seguras que sus contrapartes reutilizables correctamente lavadas, expertos médico incluyendo el Centro de Control de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC), concuerdan en que lavar los platos con agua caliente y jabón es más que suficiente para matar al SARS-Cov-2: el jabón literalmente parte a pedazos el virus y el agua caliente barre los desechos de las superficies. Las afirmaciones de que los elementos reutilizables propagan el virus son engañosas y mientras continuemos lavándolos con agua caliente y jabón no hay que temer reusarlos.

Antes de volver a la despiadada economía de los descartable, debemos detenernos y reconocer cuánto daño le ha hecho a la fauna, a nuestros océanos y en últimas a nosotros mismos, con la descarada e infundada excusa de que el plástico nos mantendrá más a salvo y que algunas cosas como la protección de los bosques, la energía renovable y el empoderamiento de las personas hacia formas de vida sostenible son esfuerzos que se tienen que postergar en la lucha contra el virus. Donde algunos gobiernos ven oportuno retrasar los avances ya logrados en la lucha contra el cambio climático y los plásticos de un solo uso, tal vez para volver al acelerado ritmo del capitalismo que propiciaba tantos empleos por debajo de los índices de pobreza en la producción de tantos bienes no esenciales que inundan nuestras vidas de plásticos innecesarios y desechables, debemos detenernos a pensar a dónde están yendo a parar.

Es perturbador imaginarse ese 74% del plástico que ya hemos producido en la historia del mundo flotando en nuestros océanos, intoxicando nuestro medio ambiente y finalmente penetrando en nuestros organismos. Más allá de los inmensos beneficios que la ha traído a la humanidad, hemos fetichizado y mitificado a este material década tras década ignorando activamente sus impactos y manejando irresponsablemente sus desechos. Y es que el vidrio, el acero y el aluminio pueden reciclarse infinitamente sin pérdida de su calidad, el papel puede reciclarse solo de 4 a 6 veces pero es compostable luego de eso. En cambio el plástico, ese material tan presente en nuestras vidas que tanto nos obsesiona, solo puede reciclada hasta 10 veces[9], y eso siendo demasiado optimista, la mayoría de los plásticos son downcycled[10] luego de tan solo un viaje al sistema de reciclaje, lo que quiere decir que nuestras botellas de plástico podrían convertirse en una alfombra o una cobertura de plástico para alguna mercancía barata, pero la siguiente parada será el océano o el relleno sanitario.

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Lo terrible de enterrar desechos en nuestros rellenos sanitarios incluido el plástico y en realidad cualquier otro desperdicio, es que, al contrario de la creencia popular, no se va a biodegradar ni a compostar. Estos dos pueden sonar similar, pero no lo son, biodegradable significa que una cosa se descompondrá en la naturaleza, cosa que solo puede ocurrir en ciertas condiciones, y en el caso del plástico y muchos otros productos de la modernidad, este proceso puede tardar años, décadas y hasta siglos. En comparación, compostar es un proceso de descomposición acelerada que solo puede ocurrir en condiciones específicas que incluyen temperatura, humedad, requerimientos nutricionales y especialmente oxígeno, elemento que no está presente cuando hacemos un hoyo en la tierra, lo llenamos de basura y lo cubrimos con una gruesa capa de cemento. Los desechos de composición tan simple como la comida no se biodegradan y vuelven a la naturaleza en los rellenos sanitarios, en su lugar, se transforman con la falta de oxígeno en metano que es liberado a la atmósfera contribuyendo al calentamiento de nuestro planeta, es conocido por ser un gas invernadero incluso más corrosivo que el dióxido de carbono. Quemar la basura, por supuesto, es un proceso con efectos similares y mucho más graves y directos a la temperatura del globo.

Por todo lo dicho anteriormente, si Latinoamérica incrementa el reciclaje doméstico, habrá más personas colectando plástico y trabajando en instalaciones de reciclaje, en pocas palabras, hay claramente más trabajo en procesar y reciclar nuestros desechos que los hay en enterrarlos en nuestros rellenos sanitarios. En la medida en que el Covid-19 ha dejado a muchos, especialmente a trabajadores de menores ingresos sin empleo ni perspectiva de reapertura nuevos trabajos, por qué no ponerle atención a ese ínfimo 9% del plástico que apenas llegamos a reciclar, antes de lanzar a los trabajadores de vuelta a las industrias que viven de los combustibles fósiles y sus derivados, debemos sentarnos a pensar seriamente si queremos que en 2050 haya más plásticos que peces en el agua. Dada la inmensa transformación que se necesita para el viraje de la economía de lo descartable a lo que otros han empezado a llamar la economía circular, estamos ante el crecimiento de mercados emergentes y de trabajos que potencialmente podrían mitigar los efectos de la pandemia.

[1] https://www.iucn.org/es/node/28701

[2] https://www.unenvironment.org/interactive/beat-plastic-pollution/

[3] Ostle, Clare & Thompson, Richard & Broughton, Derek & Gregory, Lance & Wootton, Marianne & Johns, D.. (2019). The rise in ocean plastics evidenced from a 60-year time series. Nature Communications. 10. 1622. 10.1038/s41467–019–09506–1.

[4] https://theconversation.com/covid-19-has-resurrected-single-use-plastics-are-they-back-to-stay-140328

[5] Trump Serves Notice to Quit Paris Climate Agreement The United States notified the United Nations on Monday that it would leave the Paris climate agreement, starting the clock on a yearlong withdrawal process. https://www.nytimes.com/2019/11/04/climate/trump-paris-agreement-climate.html?smid=em-share

[6] LEAKED: Full list of delayed European Green Deal initiatives. Autor: Frédéric Simon. https://www.euractiv.com/section/energy-environment/news/leaked-full-list-of-delayed-european-green-deal-initiatives/

[7] Puedes leer la carta completa aquí: https://www.politico.com/states/f/?id=00000171-0d87-d270-a773-6fdfcc4d0000

[8] Massachusetts Medical Society. Aerosol and Surface Stability of SARS-CoV-2 as Compared with SARS-CoV-1 The New England Journal of Medicine. Apr 16, 2020. https://www.nejm.org/doi/10.1056/NEJMc2004973#article_citing_articles

[9] How many times can one plastic bottle be recycled? Article: https://www.huffingtonpost.co.uk/entry/how-many-times-can-one-plastic-bottle-be-recycled_uk_5bc9b98be4b0d38b58771df3?utm_campaign=share_email&ncid=other_email_o63gt2jcad4

[10] El artículo citado previamente menciona cómo el plástico está hecho de polímeros que son esencialmente cadenas, que durante el proceso de reciclaje pueden dañarse, por lo que la calidad de la cadena se reduce con el tiempo. El plástico transparente usado en las botellas de agua y refrescos tiende a ser de alta calidad: cuando un material reciclado se añade al plástico virgen se dice que está siendo upcycled, por el contrario, cuando un plástico ha llegado a su límite se empieza a degradar y puede ser downcycled a un producto de baja calidad y convertirse en una cosa completamente distinta.

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